Leo en la prensa:
El sistema impositivo español es para hacérnoslo mirar. Según
Eurostat, en España conviven algunos de los tipos impositivos más
elevados de la Unión Europea con una de las recaudaciones reales más bajas de los 27.
¿Cómo es esto posible? Básicamente porque el sistema fiscal español
es lo más parecido a un queso gruyer que hay en el panorama tributario
europeo y la cantidad de escapatorias fiscales que se ofrecen a
determinados colectivos, ya sean particulares o empresas, es tan
elevada, que acaba penalizando extraordinariamente la recaudación real.
El tipo máximo que el Gobierno aplica sobre las nóminas de los españoles, 52%, apenas es superado por el de Suecia (56,6%), Dinamarca (55,6%), Bélgica (53,7%) y Portugal (53%). Claro que si tenemos en cuenta el tramo autonómico del impuesto, los ciudadanos de Cataluña aparecerían en el segundo lugar de este ránking, ya que su tipo máximo es del 56%. En términos comparados, el tipo máximo español supera en quince puntos la media de la Europa de los 27 y en nueve la de los países de euros.
Sin embargo, si hablamos de ingresos reales resulta que la presión
fiscal sobre las rentas del trabajo es del 33,2% y se sitúa por debajo
tanto de la media de los 27 como de los países del euro.
La explicación podemos encontrarla en el extenso inventario de
deducciones existentes en el impuesto, tanto a nivel estatal como
autonómico, por aportación a planes de pensiones, por compra o alquiler
de vivienda, por hacer obras en casa, por los premios de lotería, que,
este año 2013, restarán más de 16.000 millones de recaudación.
Algo similar ocurre con el Impuesto de Sociedades. A
simple vista, el marco fiscal corporativo español es de los más
exigentes de Europa con un tipo impositivo legal del 30%, en la banca
alta del estándar europeo, donde el tipo medio es del 23,5%, del 26,5%
en los países del euro.
Luego están las escapatorias fiscales, que permiten ahorrarse un buen
puñado de impuestos por hacer I+D+i, reinvertir los beneficios
obtenidos, contribuir en acontecimiento de especial interés público
(celebración de acontecimiento deportivos, capitalidades culturales) u
otras situaciones, que restan anualmente unos 3.000 millones de euros a
la recaudación del Estado y que sitúan el tipo real del impuesto en el
entorno del 17%.
Una situación que también se hace evidente en el IVA.
Las dos últimas subidas han elevado el tipo del impuesto del 16% al 21%
y han colocado la tributación española sobre el consumo en línea con la
media europea.
Está por ver, ahora, si esas subidas servirán también para elevar la
recaudación por el impuesto, que en 2011, último año del que dispone de
información comparable la oficina estadística, situaba a España como el
país de los 27 que conforman la UE que menos recaudaba por este
impuesto, debido a la gran cantidad de productos que tributan al tipo
superreducido (4%) y al reducido (10%).
La conclusión de todo esto es que la presión fiscal en España,
entendida como la recaudación real de impuestos sobre el conjunto del
PIB, fue en 2011 del 31,4%, 7,4 puntos por debajo de la media europea (38,8%) y en la banda baja de todos los países de la UE, donde se ubican las economías de la antigua Europa del Este. Eurostat ya había advertido que España era el país de los 27 de la UE en que más habían caído los ingresos fiscales, sólo después de Bulgaria.
Frente a este desolador panorama, comparto la duda, la pregunta de por qué seguir pagando impuestos, por qué contribuir a mantener un estado y una administración dirigida por un puñado de políticos que, ante los problemas de la gente, mira hacia otro lado y pone la mano. Y paseo por las calles, leo los periódicos o veo los telediarios y siempre veo gente peor que yo cuya única esperanza vital es que todo esto cambie. Porque no podemos dejar a esas personas en las crueles manos de quienes han decidido que son prescindibles la respuesta es que debemos seguir luchando por un verdadero estado social a su servicio aún a pesar de todas nuestras reticencias y temores. Porque no somos como ellos.