Nuestro Conseller de Educación lleva un tiempo -desde que lo nombraron como tal- maquinando desde la poltrona del poder la mejor manera de utilizar la formación de nuestros jóvenes en contra del gobierno de Zapatero.
A las brillantes idea de fomentar el boicot (perdón, objeción) paterno/materno/estudiantil a la asignatura de Educación para la Ciudadanía o la no menos de ofertarla sólo en inglés, se ha añadido la excelsa del Plan Exit (que, visto el gusto de Font de Mora por el inglés, supongo que debe ser el Plan Salida) para los alumnos de ESO de darles, una vez demostrado su mal rendimiento académico durante el otoño, el invierno y la primavera, unas raciones más de la misma taza durante el verano. Es más que evidente que lo que un alumno con dificultades de aprendizaje que lleva 9 meses de curro en sus espaldas y en su cabeza lo que necesita es seguir encerrado un par de meses más en el aula repitiendo lo no aprendido anteriormente, mientras el resto de amigos y compañeros están en la playa, en la piscina o en sus casas jugando a la playstation 3.
Pero tenemos que añadir la de hoy del periódico (Levante) que anuncia una nueva convocatoria extraordinária, además de la de septiembre, para el mes de julio. No dudo de la posible eficacia de esta medida, igual que no dudo de las supuestas ventajas de las otras ideas y propuestas hasta que no vea su real efectividad e implantación, aunque tengo mis muchas reservas sobre todas ellas (bueno, respecto a lo de Educación para la Ciudadanía ya manifiesto mi absoluto rechazo hacia las propuestas del conseller).
Sin embargo, en ninguna de ellas se abordan los problemas de fondo que sacuden a nuestro entramado educativo y que afecta a la formación de nuestros jóvenes: desde la propia formación del profesorado, los recursos educativos y pedagógicos de los centros, la falta de implicación de los alumnos y sus familias en su formación a la pérdida de valores sociales tradicionales como esfuerzo, trabajo, constancia, dedicación, etc, o la pérdida del bien tiempo como algo insustituible e irrecuperable.
Y frente a toda esa problemática que caracteriza el día a día de cada centro escolar, de cada chaval o chavala que va a la escuela o al instituto y de cada docente que entra muchas horas a la semana a un aula a nadar contracorriente la propuesta del máximo dirigente educativo es pedir voluntarios para seguir dando clases en julio o para impartir una nueva asignatura en inglés. Brillante.
Quizás una mejor formación pedagógica y académica -las universidades, que dan los títulos que permiten ser docente deberían ser parte fundamental de este proceso- del profesorado, quizás una mucho mayor inversión en recursos para los centros, quizás una racionalización del calendario escolar basado en criterios pedagógicos, donde el tiempo de aula y ocio esté en función de las necesidades de los alumnos y no en función de cuando cae el santo o la patrona de turno podrían servir de alguna ayuda a paliar el fracaso escolar de nuestros jóvenes, fomentar la lectura -se echa de menos una fuerte campaña institucional en este sentido, aunque supongo que los millones de euros invertidos en puentes, circuitos, agua para todos y autobombos congresuales y partidistas no deben dejar sitio a estas cosillas-, potenciar la I+D+i y hacer que los colegios, las escuelas y los institutos sean realmente centros de formación y no meros aparcaniños como parece deducirse de las propuestas fontdemorianas.
A las brillantes idea de fomentar el boicot (perdón, objeción) paterno/materno/estudiantil a la asignatura de Educación para la Ciudadanía o la no menos de ofertarla sólo en inglés, se ha añadido la excelsa del Plan Exit (que, visto el gusto de Font de Mora por el inglés, supongo que debe ser el Plan Salida) para los alumnos de ESO de darles, una vez demostrado su mal rendimiento académico durante el otoño, el invierno y la primavera, unas raciones más de la misma taza durante el verano. Es más que evidente que lo que un alumno con dificultades de aprendizaje que lleva 9 meses de curro en sus espaldas y en su cabeza lo que necesita es seguir encerrado un par de meses más en el aula repitiendo lo no aprendido anteriormente, mientras el resto de amigos y compañeros están en la playa, en la piscina o en sus casas jugando a la playstation 3.
Pero tenemos que añadir la de hoy del periódico (Levante) que anuncia una nueva convocatoria extraordinária, además de la de septiembre, para el mes de julio. No dudo de la posible eficacia de esta medida, igual que no dudo de las supuestas ventajas de las otras ideas y propuestas hasta que no vea su real efectividad e implantación, aunque tengo mis muchas reservas sobre todas ellas (bueno, respecto a lo de Educación para la Ciudadanía ya manifiesto mi absoluto rechazo hacia las propuestas del conseller).
Sin embargo, en ninguna de ellas se abordan los problemas de fondo que sacuden a nuestro entramado educativo y que afecta a la formación de nuestros jóvenes: desde la propia formación del profesorado, los recursos educativos y pedagógicos de los centros, la falta de implicación de los alumnos y sus familias en su formación a la pérdida de valores sociales tradicionales como esfuerzo, trabajo, constancia, dedicación, etc, o la pérdida del bien tiempo como algo insustituible e irrecuperable.
Y frente a toda esa problemática que caracteriza el día a día de cada centro escolar, de cada chaval o chavala que va a la escuela o al instituto y de cada docente que entra muchas horas a la semana a un aula a nadar contracorriente la propuesta del máximo dirigente educativo es pedir voluntarios para seguir dando clases en julio o para impartir una nueva asignatura en inglés. Brillante.
Quizás una mejor formación pedagógica y académica -las universidades, que dan los títulos que permiten ser docente deberían ser parte fundamental de este proceso- del profesorado, quizás una mucho mayor inversión en recursos para los centros, quizás una racionalización del calendario escolar basado en criterios pedagógicos, donde el tiempo de aula y ocio esté en función de las necesidades de los alumnos y no en función de cuando cae el santo o la patrona de turno podrían servir de alguna ayuda a paliar el fracaso escolar de nuestros jóvenes, fomentar la lectura -se echa de menos una fuerte campaña institucional en este sentido, aunque supongo que los millones de euros invertidos en puentes, circuitos, agua para todos y autobombos congresuales y partidistas no deben dejar sitio a estas cosillas-, potenciar la I+D+i y hacer que los colegios, las escuelas y los institutos sean realmente centros de formación y no meros aparcaniños como parece deducirse de las propuestas fontdemorianas.
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