En poco menos de 72h el Partido Popular ha mostrado -una vez más- la poca tela que queda por cortar en lo que queda de legislatura.
El esperpento que ha supuesto la puesta en escena en Buenos Aires de la candidatura olímpica de la ciudad de Madrid, con una más que amplia presencia de cargos públicos, deportistas, empresarios y resto de la corte faraónica y carroñera que esperaba repartirse el botín de los Juegos al calor del mate argentino, hasta el más que patético espectáculo del President Fabra pidiendo al Congreso
que no voten contra la reforma estatutaria que unánimemente se aprobó en les Corts Valencianes.
La primera nos devuelve a la España fétida, trasnochada, casposa y soez de lo banal, de lo cutre, de la España dividida y enfrentada, de los ricos más ricos frente a la mayoría más pobre, de fútbol y toros (las flamencas se nos acabaron ya, pero siempre nos quedará el Sálvame y similares). Intentan tapar con la mano de pintura que supone un espectáculo único las miserias que estos mismos indecentes e irresponsables, ridículos representantes de su casta, llevan provocando desde hace mucho tiempo. Manipular y engañar, reconducir la atención hacia un objetivo, supuestamente ilusionante, que desvíe la atención de los problemas reales, cotidianos, por desgracia ya normales y habituales que acucian a la inmensa mayoría de la ciudadanía: sanidad, educación, empleo, ahorro, colegios, comida, vestir, pagar facturas, etc., etc., etc.
La segunda, no es más que la visualización, palpable y definida, de la nula importancia que el Partido Popular de Valencia tiene en el ámbito estatal. Desde la imputación y posterior defenestración de Camps, la subida a la presidencia de un don nadie sin peso específico alguno, con un banquillo de diputados/as populares imputados y/o en procesos judiciales varios -todos ellos por abuso y mal uso de los cargos públicos- y algunos más en ciernes y con algunos afilando la gillotina "para cuando vengan otros tiempos", la dirección nacional del PP prefiere olvidarse del granero de votos valenciano y no acercarse tanto al estercolero del levante español. Ayer, con Zapatero en La Moncloa, se votaba cambiar el sistema de financiación autonómico; hoy, Rajoy dice que no paga. Las víctimas de todo ello, la sociedad valenciana. Culpables o responsables? los mismos que los del accidente del metro. Unos, con la cara dura de subir al estrado a defender lo indefendible; otros, escondidos tras sus silencios o tras los viajes transatláticos. Pero todos ellos demostrando que no valen, no sirven, no quieren que la política cambie y mejore la vida de quienes lo estan pasando verdaderamente mal porque han dejado de ser seres sociales y se han convertido en caníbales y naúfragos políticos.
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