Ayer, Yorgos Papandreu, presidente de Grecia, decía que el referédum que proponía en su país pretendía "garantizar que la democracia está por encima del apetito de los mercados". Nada más y nada menos que poner a las personas por encima, por delante, ante todo y sobretodo ante el mercado. Grecia pretendía poner al hombre por encima de la mercancía.
Mientras, en Mestalla, estadio de fútbol donde juega el Valencia, un técnico hacía un cambio en su equipo para intentar ganar un partido que llevaba empatado. Mientras se anunciaba el cambio, su propia afición le llamaba "burro" delante de su directiva, de su equipo, del resto de aficionados, de la afición contraria, del equipo contrario y de todo el público que veía ese partido en muchas partes de Europa. El cambio le hizo ganar el partido por 3 goles a 1.
Mientras Papandreu pretendía darle la voz al pueblo, el pueblo en Valencia se equivocaba al hablar más de la cuenta. Grecia, cuna de la democracia, ponía en estado de nervios a los bancos, a las bolsas, al dinero y a sus fieles escuderos políticos, representados y liderados por Merckel y Sarkozy. Grecia ponía de nuevo en primera fila, tres mil años después, al hombre como centro y objeto del pensamiento, mientras el resto del mundo miraba asustado. Y el resto del mundo hizo como la afición de Mestalla .... se equivocó y llamó burro a quien le estaba enseñando el camino correcto de la victoria. Papandreu -como Unai Emery- podrán dar la patada en el suelo como Galileo, pero serán quemados en la hoguera de la imbecilidad humana porque, al parecer, tener razón en este mundo no es ni suficiente ni necesario. A veces, hasta es peligroso sobretodo para quienes temen ser simplemente seres humanos.
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