El lunes se reanudan las negociaciones entre EU y Bloc para ver si llegan o no al pacto-acuerdo electoral. Después del tiempo de reflexión que se han tomado ambas partes, salpicado con breves pero sabrosas declaraciones de miembros de las direcciones de uno y otro partido, vuelven en septiembre, cual estudiante con asignaturas suspendidas, a sentarse en una mesa, frente a frente, para intentar hacer en pocos días lo que no han sido capaces de hacer en meses.
Es cierto que hay ahora, más condicionantes que ejercen una presión añadida a la ya existente en la negociación: el tiempo transcurre raudo y cada vez queda menos para el Consell Nacional de EU (9-S), la Asamblea donde se elige la nueva dirección (final de octubre, primeros de noviembre) hace que los movimientos internos sean cada vez mayores; y las elecciones están a la vuelta de un embarazo, como les gusta decir a los del Levante.
No tengo ni idea de cómo acabará esta partida. Pero si al final de la misma, alla por el mes de mayo, el PP revalida su mayoría absoluta sin que la autollamada "izquierda real" de este país haya puesto en juego todos sus recursos, habremos perdido no sólo una gran oportunidad sino una gran parte de nuestro crédito político y la capacidad de ser alternativa real en mucho tiempo.
Si hay pacto tendremos que trabajar mucho para que cristalice en una opción electoral creíble que pueda contar con el respaldo suficiente en las urnas para ser, después, piedra angular de un cambio drástico en las políticas futuras de nuestro país.
Si no lo hay, habrá que trabajar aún más para explicar a la ciudadanía por qué la izquierda se vuelve a presentar fragmentada y dividida a unas elecciones autonómicas con el actual panorama que tenemos delante.
La pelota está en juego. Y al final del mismo, quien ganará o perderá no serán cada uno de los juegadores sino el público que contempla, entre la indiferencia y la esperanza, cada uno de los movimientos.
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