Que la ignorancia es madre de la estupidez es algo ya de sobra conocido. Sin embargo, algunos inútiles siguen empeñados en superar sus ya altas cotas alcanzadas de estupidez e ignorancia, además de mala educación e incoherencia en las acciones y sus consecuencias.
Ser ignorante no es malo. Es un hecho pasajero que se va resolviendo desde la humildad, con esfuerzo y sacrificio, preocupándose por el presente y mirando de reojo el futuro, estudiando y escuchando a quien sabe más, a quien nos puede enseñar. Para ello hace falta no ser estúpido, ni orgulloso ni prepotente. El peor ignorante es aquél que ignora que lo es. Y de esos, en política, hay de sobra. Y entre los que se llaman de izquierdas, aún más.
Los discípulos que pretenden superar a sus maestros sin ese esfuerzo, sin esa modestia, sin ese poso que da saber que ignoras más que lo que sabes y que hay, alrededor de uno, seres maravillosos que en cada instante te pueden mostrar una gran verdad, una pequeña mentira, un bello detalle o todo un compendio de conocimientos, aquellos que, prepotentes y chulescos, tienen la osadía de menospreciar al otro, porque lo único que saben es temer a lo desconocido, no son sino pobres criaturas, insulsas medianías, instaladas en el limbo de la mediocridad donde reposan los que nunca son ni serán nada importante a ojos de los demás. Pasaremos la vista indolente por encima de sus caras y no veremos nada interesante que llame la atención. Quizás, tan sólo quizás, notaremos un cierto olor a rancio, apretaremos el paso un poco y seguiremos caminando.
0 comentaris:
Publicar un comentario