El congreso del PCE que se está celebrando este fin de semana en Madrid supone, según todos los comentarios leídos e imagino que según también la propia dirección del partido, el fin de la etapa convulsa de los últimos años, caracterizada por el permanente enfrentamiento con la dirección de IU.
Paco Frutos, junto a quienes han defendido y acompañado la estrategia rupturista con todo aquello de IU que no controlaban, y las políticas desarrolladas en el seno de las diferentes federaciones de IU , han contribuido notablemente al empequeñecimiento, a la desvirtuación y empobrecimiento del debate ideológico y a la pérdida de energía y vitalidad de la que era nuestra organización de referencia , y, consecuentemente, a la pérdida de credibilidad y confianza de una gran parte del electorado, incapaz de verse mínimamente reflejada en una opción política castrada por el cainismo interno, las luchas intestinas por la miseria de los cargos y las nóminas y la falta de propuestas y alternativas creíbles e ilusionantes frente a la cruda realidad que nos envuelve.
Proclama Frutos, en su despedida tras 11 años en la Secretaría, y con el posterior aplauso de los delegados, que el PCE tiene poco que ver con la clase progre y que "tenemos que ver con la gente que cree en el socialismo o en una democracia de fuerte contenido social"; que el PCE se reconoce "con los que hicieron" las huelgas generales del 14 de diciembre de 1988, contra Felipe González, y del 20 de junio de 2002, contra José María Aznar, "con los que se han movilizado contra la guerra y por la paz, contra la explotación de pueblos y personas, con los que se han movilizado por un empleo y una vida digna, en las fábricas, el campo y la Universidad. No tenemos nada que ver -remachó- con el lenguaje trucado de los que, hablando de solidaridad, convierten la lucha de clases en un acto de caridad".
Quizás esas palabras sean ciertas, aunque son difíciles de creer. Quizás de no haber tenido cerca de mi, de no haber conocido y vivido las referencias, las palabras y los silencios, los hechos, las acciones y las omisiones que han ultrajado la dignidad del trabajo y se han comportado de manera tan indigna en el conflicto generado por Gloria Marcos y Ricardo Sixto contra los ahora ex-trabajadores de EUPV, como han sido la Secretaria General del PCPV, Marga Sanz, el responsable de Organización, Francisco García Mancheño, o el diputado Lluis Torró, podría creer en esas bellas palabras.
La historia y el pasado reciente, sin embargo, prueban lo contrario. La credibilidad de una histórica organización como el PCE que, probablemente, tendrá entre sus dirigentes a quienes he citado anteriormente, es nula para mi. Quien ha defendido y apoyado el comportamiento de EUPV ante sus trabajadores como el peor de los empresarios más fascistas no puede ser el referente ideológico de los trabajadores de este país y, mucho menos, ser el referente moral y ético de la clase trabajadora, porque han perdido, si es que alguna vez llegaron a tenerla, la entidad y la coherencia política suficiente para ser algo más que asalariados y peones del sistema que dicen querer combatir.
Paco Frutos, junto a quienes han defendido y acompañado la estrategia rupturista con todo aquello de IU que no controlaban, y las políticas desarrolladas en el seno de las diferentes federaciones de IU , han contribuido notablemente al empequeñecimiento, a la desvirtuación y empobrecimiento del debate ideológico y a la pérdida de energía y vitalidad de la que era nuestra organización de referencia , y, consecuentemente, a la pérdida de credibilidad y confianza de una gran parte del electorado, incapaz de verse mínimamente reflejada en una opción política castrada por el cainismo interno, las luchas intestinas por la miseria de los cargos y las nóminas y la falta de propuestas y alternativas creíbles e ilusionantes frente a la cruda realidad que nos envuelve.
Proclama Frutos, en su despedida tras 11 años en la Secretaría, y con el posterior aplauso de los delegados, que el PCE tiene poco que ver con la clase progre y que "tenemos que ver con la gente que cree en el socialismo o en una democracia de fuerte contenido social"; que el PCE se reconoce "con los que hicieron" las huelgas generales del 14 de diciembre de 1988, contra Felipe González, y del 20 de junio de 2002, contra José María Aznar, "con los que se han movilizado contra la guerra y por la paz, contra la explotación de pueblos y personas, con los que se han movilizado por un empleo y una vida digna, en las fábricas, el campo y la Universidad. No tenemos nada que ver -remachó- con el lenguaje trucado de los que, hablando de solidaridad, convierten la lucha de clases en un acto de caridad".
Quizás esas palabras sean ciertas, aunque son difíciles de creer. Quizás de no haber tenido cerca de mi, de no haber conocido y vivido las referencias, las palabras y los silencios, los hechos, las acciones y las omisiones que han ultrajado la dignidad del trabajo y se han comportado de manera tan indigna en el conflicto generado por Gloria Marcos y Ricardo Sixto contra los ahora ex-trabajadores de EUPV, como han sido la Secretaria General del PCPV, Marga Sanz, el responsable de Organización, Francisco García Mancheño, o el diputado Lluis Torró, podría creer en esas bellas palabras.
La historia y el pasado reciente, sin embargo, prueban lo contrario. La credibilidad de una histórica organización como el PCE que, probablemente, tendrá entre sus dirigentes a quienes he citado anteriormente, es nula para mi. Quien ha defendido y apoyado el comportamiento de EUPV ante sus trabajadores como el peor de los empresarios más fascistas no puede ser el referente ideológico de los trabajadores de este país y, mucho menos, ser el referente moral y ético de la clase trabajadora, porque han perdido, si es que alguna vez llegaron a tenerla, la entidad y la coherencia política suficiente para ser algo más que asalariados y peones del sistema que dicen querer combatir.
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