Rajoy y su partido están haciendo un ejercicio ejemplar de cómo gobernar de espaldas a todo un pueblo (incluidos sus votantes). La sesión de hoy del Congreso de los Diputados ha sido, una vez más, altamente esclarecedora de quien es Mariano Rajoy y qué es su partido. ¿Cómo se puede aplaudir y jalear en el hemiciclo donde reside la soberanía de un pueblo el anuncio de toda una serie de medidas que recortan salvajemente el estado del bienestar y los derechos largamente conquistados? ¿Cómo pueden reir y vitorear la mayor pérdida de la democracia y la ruptura, a golpe de decreto presidencial y real, del estado de derecho en este país?
Sólo hay dos opciones, a mi juicio: o no gobiernan y son meros ejecutores, brazos armados y sumisos, de las órdenes emanadas del verdadero poder político y económico europeo y mundial; o son una redomada panda de mentirosos sinvergüenzas, carentes de ética, a los que las personas les importa bien poco o nada, mostrando el fascismo que les caracteriza.
Probablemente sean las dos cosas juntas.
Y frente a esto, ¿qué?. Tenemos que seguir silentes y obedientes frente a las profundas injusticias y desigualdades que generan estas decisiones? El reinado de Rajoy y lo que representa debería acabar ya. Debería abandonar la Presidencia y convocar elecciones porque no gobierna según el programa que postuló en campaña. Y si no, si no cambia el poder ahora sólo nos queda ya recurrir a la insumisión ciudadan y retomar, por la fuerza de la ciudadanía, nuestro poder robado a golpe y voto de diputado.
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