Hay razones para irse y razones para quedarse. Y en la permanente duda del qué hacer y del por qué hacerlo vivimos constantemente. Ser parte de algo de manera consciente, involucrarse hasta la médula en crecer y vivir tu entorno -no siempre es lo más próximo, ni siempre lo más cercano- significa elegir y decidir. Toda elección implica una pérdida, toda decisión una duda, toda alternativa genera sabiduría.
En cada paso que damos, crecemos. En cada camino que seguimos encontramos esencias y aromas, sabores y colores que incorporamos a nuestro ser, a lo que somos, sentimos y vivimos; a cómo nos ven los demás y cómo percibimos la realidad. Por eso es tan importante caminar y marchar. Caminos nuevos significan nuevos mundos por descubrir y donde vivir, donde hacerse más y mejor persona, donde poder cambiar para poder seguir existiendo.
Hay razones para marchar .... para seguir nuevos rumbos, ver nuevos cielos cargados de extrañas estrellas no vistas anteriormente, conocer nuevas gentes con costumbres nuevas, ver nuevos colores y sentir nuevas sensaciones. Ser permanentemente un extraño, vivir con la sensación de continua lejanía, de ausencia constante. Acogerse a la invisibilidad del anonimato, del no ser en un mundo que ya es .... caminar por calles desconocidas sin que nadie te conozca. Dejar que pase el tiempo sin nada que esperar más que otro día más y disfrutar cada momento como el último de la existencia, sintiendo la felicidad de la libertad y la soledad.
Y hay razones para quedarse. Establecerse definitivamente y hacer crecer las raíces en la tierra amada. Fijar y endurecer aún más los lazos con lo propio, con lo mío, con los mios, y compartir y vivir con la gente del alma y el corazón. Reconocer cada piedra, cada recodo, cada instante ... reconocerse en ellos porque han sido y son parte del alma, parte del ser. Y disfrutar de cada instante y cada lugar porque son yo y seran parte de mi y de mi futuro ... Y sentir la emoción del pertenecer, de formar parte de un discurrir, de un devenir propio y compartido, de un presente para vivir y un futuro para soñar, sintiendo la felicidad de la libertad domada y la compañía.
Y hay razones para dudar entre uno y otro camino. Y en la duda, en la indecisión, en la obligación de la elección va el destino de una pérdida, de una posibilidad, de un error. Y también va en ello la elección del propio destino y de una vida plena y completa que vivir.
Hay razones para elegir. Y poco tiempo para hacerlo. Y ser consecuente y coherente con la decisión, aunque temo que siempre quede latente un rescoldo de duda de si otro camino escogido hubiera sido mejor. Quizás sea inevitable seguir pensando en un "y si hubiera ..." pero no queda tiempo ni espacio para la no decisión ni para la indecisión. Empecé a caminar hace tiempo y, por fin, he llegado a la gran encrucijada donde debo pararme de nuevo para volver a seguir, para volver a empezar a caminar otra vez, con el viento en la cara, el sol en mis ojos y todo el futuro por delante.
Y el fiel de la balanza se inclina ligero, leve, imperceptible pero constante y firmemente hacia un lado y se que, dentro de unos años, cuando mire a mi alrededor, sabré con certeza que mi decisión fue, ha sido, la correcta.
Y el fiel de la balanza se inclina ligero, leve, imperceptible pero constante y firmemente hacia un lado y se que, dentro de unos años, cuando mire a mi alrededor, sabré con certeza que mi decisión fue, ha sido, la correcta.
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