Llueve. La tarde está triste y gris, pero al fin llueve. De algo servirá para los montes requemados de mi tierra.
Tristeza y rabia se van combinando, se van intercambiando en mi definición de esta tarde plomiza. Veo los videos de la policía en Madrid, las cargas en Valencia del pasado año, los incendios y por todas partes, impregnándolo todo, la desvergüenza y la caradura del mismo fascismo de siempre, vestidos de Armani y Louis Vuitton, por ahora vencedores de la batalla del miedo y del terror. Y mientras algunos apelan a la mayoría silenciosa para justificar sus actuaciones, declarando así su propia debilidad, oigo -qué casualidad- a Michael Jackson cantando The Man in the Mirror. Cuántos deberíamos hacer caso de Michael y mirarnos bien en el espejo y optar a permanecer silentes y ausentes o tomar las riendas de nuestras propias vidas.
Miro por la ventana y la lluvia sigue cayendo. Y tras los cristales, tras el espejo, llueve también.
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