

No sólo miente sino que encima le pillan las mentiras a las primeras de cambio y ahora además con rúbrica y sello. Mientras que la dirección nacional del PP sigue empeñada en dejar que Ric Costa se coma el marrón solito, alguien ha filtrado a El Mundo la copia del acta de la reunión del Comité Ejecutivo Regional del PP valencianos donde dice todo lo contrario. Tanto es así, que esa misma acta la firma el propio Costa como Secretario General.
La Sra. Cospedal, que por lo leído en alguna web y diario también parece haberse relacionado con miembros de la famosa trama, debe estar calentita con Fletcher Camps, no sólo por sus demostradas relaciones ovofagocitarias con responsables de la trama Gürtel, sino por el continuo despropóstito con el que está llevando este retortero sin fin de mentiras que lleva a cuestas y que, de una vez por todas, debería enviarlo, primero, al ostracismo político de una puñetera vez y, segundo, al banquillo de los acusados.
Pero esto de las mentiras y la persistencia de Camps me ha llamado la atención. En algunos foros especializados se dice que faltar a la verdad en forma repetitiva es un problema patológico que suele comenzar durante la niñez.
Existen cuatro tipos de manifestación de la mentira: la hecha de forma esporádica (todos mentimos alguna vez), la evolutiva (de niño), la que se dice como producto de un padecimiento sintomático (para obtener atención gracias a la creación de un falso personaje) y la efectuada como conducta repetitiva. Esta es la mitomanía, en la que se vive para y por la mentira.
El mitómano utiliza la mentira como conducta de vida, falseando la verdad respecto de hechos, cosas y personas con el objeto de hacer un daño y existen tres tipos de personalidad donde se asienta esa conducta obsesiva: la psicótica (producto de un delirio), la perversa (la mentira es un instrumento para falsear hechos y dichos) y la neurótica (el otro aparece como alguien que lo tiene todo y se necesita de la mentira para llamar su atención).
Sin ser médico ni experto en la materia, está meridianamente claro que quien nos desgobierna en Valencia en estos momentos sufre de perversa mitomanía aguda en extremo superlativo y está necesitado de una urgente cura de desintoxicación de los cargos públicos y un largo paseo por los bancos de los tribunales de justicia, puesto que su trastorno no lo exime de su responsabilidad.
Y, mientras tanto, que Cospedal siga negando la mayor de todas: seguir confiando en Camps, a falta de unos cuantos miles de páginas del sumario por desclasificar, confiando en la honradez y la palabra de este tipo no parece ser la mejor opción. Porque al final, tanto apoyarle puede suponer el arrastre de todos los implicados al mismo lodazal donde parece que terminará la carrera política de Carrey-Camps. Y, desde luego, ese día brindaremos por el bien de nuestro país. Amén.
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