Según el diccionario, independiente es una persona que sostiene sus derechos u opiniones sin admitir intervención ajena.
Debería ser motivo de preocupación de nuestra clase dirigente, transformada por el paso del tiempo en casta, el hecho de que cada vez haya menos independientes en la organización. Y no se me malinterprete: no me estoy refiriendo en esta ocasión a la gente de EUPV que comparte espacio ideológico con nuestra coordinadora. Me refiero a que, en esta organización, cada vez hay menos gente que piensa y más brazos de madera. Nuestro supuesto movimiento político y social –palabras siempre en boca de los más inmovilistas y antisociales que comparten chiringito– se ha ido parando en su discurrir y se ha ido transformando en un partido político al uso, con casi todos los tics, casi todos los vicios y pocas de las virtudes de los mismos. Aquí, al que no hace y dice lo que le dicen que haga y diga, se le crucifica (a pesar de nuestra manifiesta laicidad y anticlericalismo), se le vilipendia y se le excluye. Ser independiente en EU, en el sentido del diccionario, no estar sujeto a mandato alguno más que a aquello que la propia organización aprueba, no estar en ninguna familia o capilla (vuelve el lenguaje misal), tener opinión propia en cada cuestión, coincidiendo con unos y discrepando con otros, ir por libre, enarbolando y siendo fieles a nuestros documentos y estatutos, a nuestra historia y razón de ser, exigiendo que aquellas y aquellos en los que hemos depositado nuestra confianza y que han aceptado tal responsabilidad los cumplan y los desarrollen, es malo hoy en día en EU, no está de moda entre nosotros.
¿Por qué? ¿Qué y quien impulsa ese tipo de comportamientos y actitudes entre nuestra militancia? ¿Por qué y para qué tanto esfuerzo y energía en la batalla política interna, en esta guerra de guerrillas que destroza lentamente tantos sueños, tantas ganas y tantas ilusiones? ¿Por qué y para qué algunos se empeñan en lastrar este proyecto?
Quizás, tan sólo quizás, porque desde la mediocridad, la división, el enfrentamiento, la apatía, la desmovilización y la desinformación, el desvío de la atención, el ruido ensordecedor y la falta de criterios, desde la permanente acusación y sospecha de motivos ocultos en cada propuesta, en cada posicionamiento, sólo desde esos puntos de partida, el político mediocre puede medrar, puede "ascender" en la escala del poder hasta ocupar los cargos, ferviente y secretamente deseados, pero que, curiosamente, mientras otro lo ocupa, son denostados y ninguneados.
Será que la globalización de lo cutre ya nos ha alcanzado cual Gran Hermano cualquiera.
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