Ayer se evidenció, aún más claramente, la necesidad de un cambio urgente, vital, en la política urbanística de nuestro país. La acumulación de depredación de la tierra, en el interior o en la costa, con agua o sin agua, con mucha o poca población, se puso de manifiesto en la concentración de ayer sábado en la plaza del ayuntamiento de Valencia.
Para el PP, nuestra tierra es un inmenso monopoly donde, como si de un juego -lucrativo, muy lucrativo para algunos pocos- sólo gana uno y todos, absolutamente todos los demás y las generaciones posteriores también, pierden para siempre.
Queda una oportunidad para cambiar esto. La calle debe volver a ser nuestra, los pueblos y ciudades, las colinas, las montañas y las playas, el aire y la luz, deben volver a ser de todos. Para nosotros y por nosotros.
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