
Esta actitud del PP, los vetos de comparecencias de técnicos independientes de contrastada experiencia que podrían aportar información y claridad en métodos de prevención, vetos de los responsables políticos de la gestión de los recursos públicos que podrían y deberían explicar el por qué de las inversiones (o de la falta de las mismas en su caso) realizadas en la línea siniestrada, el empeño, casi incomprensible, no ya de limitar en el tiempo el trabajo de la comisión, cosa que sería lógica, sino de constreñirla a plazos de tiempo prácticamente imposibles de cumplir incluso limitando el número de comparecientes, sin tiempo real de pensar y elaborar las conclusiones por parte de los grupos políticos, si es que éstas tienen que ser fruto de lo oído y leído en el seno de la comisión, claro; en definitiva, la extraña y cada vez más real similitud de la posición del Partido Popular respecto al accidente con la posición que en su momento tuvo el PP en las horas posteriores al atentado de Madrid, con Acebes declarando -aún hoy no lo ha negado, que yo sepa- a ETA como autora del mismo. Según el PP, el maquinista del tren tuvo la culpa y cualquier cosa que se haga debe conducir a demostrar su afirmación; cualquier otra consideración, cualquier objeción, cualquier atisbo de intentar ir más allá que responsabilizar a una de las víctimas del accidente será tratada (debe ser consigna del aparato) como de "ruido mediático" que busca el "rédito electoral", menospeciando la obligación de nuestros representantes, de nuestro parlamento y de nuestro gobierno de saber la verdad, de exigir responsabilidades y de hacer lo necesario para intentar evitar que algo así vuelva a ocurrir nunca más.
Si Acebes y el gobierno y el partido que representaba seguía apuntando a ETA mientras el resto del mundo sabía que no era cierto, el conseller García Antón, el gobierno y el partido que representa sigue obstinado en apuntar al conductor muerto, y ahora indefenso, sin hacer caso a nada más, como si obviar el resto de circunstancias pudiera evitar que existieran.
Más allá de las responsabilidades y obligaciones de los cargos que ocupan por voluntad de la ciudadanía, mas allá de los gritos de la calle y de la oposición, alguna vez, en la soledad de sus despachos o de sus casas, deberían escuchar alguna vez la voz de su conciencia (si a estas alturas de la legislaturan no está ya afónica) y obrar en consecuencia.
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