
Estamos en crisis pero ésta no es una crisis económica. Las familias, las clases medias y las más desfavorecidas no han causado el desajuste económico tan grande que lleva produciéndose en una enorme cascada autoalimentada desde la bancarrota de Lehmans Brothers. La decisión de los grandes poderes económicos de desviar y apoderarse de ingentes cantidades de recursos públicos en forma de capital y reservas para culminar el mayor reajuste bancario de la historia, con el único objetivo de salvaguardar sus propios intereses y privilegios, fue y sigue siendo el mayor impulso que permite sostener la situación de indefensión de la gran mayoría de personas frente a unos pocos.
En estos últimos cinco años, la brecha entre ricos y pobres se ha transformado en un profundo abismo, dificilmente superable en corto plazo. Más aún, la riqueza de los más ricos se ha multiplicado casi por 5, acumulando en unas pocas manos del planeta un altísimo porcentaje de valores y recursos. Algunos de ellos no podrían gastar todo su dinero ni viviendo un millón de vidas .... qué harán entonces con unos pocos años que les quedan por vivir?

Y, para mantener contenida a la gran masa frente al escandaloso atropello que resulta la apropiación de fondos y recursos públicos se monta la gran estafa, se genera el estado de alarma social, se induce el miedo en la ciudadanía, se potencia el conservadurismo y el egocentrismo, se alienta la xenofobia y el racismo, la insolidaridad y el individualismo. Es es la gran victoria actual del capital frente a la sociedad civil: hacernos creer que es mejor mantener lo que tenemos que luchar por no perder aún más. Así, matan de raíz cualquier intento de rebelión, de rebeldía, de insumisión. Pretenden mantener acobardada y amordazada a la plebe mientras desmontan piedra a piedra, sistemáticamente, todo el estado de bienestar; mientras desbrozan, rama a rama, el árbol de los derechos sociales que tanto ha costado hacer nacer y crecer y florecer. Pretenden seguir ejerciendo presión hasta que completen su labor. Hasta que no quede ninguna seguridad jurídica y legal, prestación social o servicio público como bien de la sociedad. Y cuanta más presión ejerzan, mayor será el colectivo de personas sin nada, y, por tanto, sin nada que perder. Y ese será el principio del fin para ellos, porque no hay nada más peligroso para el orden establecido que aquellos que no pueden perder nada porque nada tienen, salvo la dignidad y el orgullo. La historia se volverá a repetir y el resultado de tanta presión sobre los más desfavorecidos no puede sino llevar a una sóla conclusión lógica, cuyos primeros pasos estamos ya viendo en las calles: nada volverá a ser igual, porque todo ha sido deformado por este sistema opresor e igualador de damnificados, que explotarán frente a la expoliación y se entablará una cruenta guerra con incierto resultado cuyas consecuencias, en todo caso, serán devastadoras para el mundo que conocemos hoy.
En estos últimos cinco años, la brecha entre ricos y pobres se ha transformado en un profundo abismo, dificilmente superable en corto plazo. Más aún, la riqueza de los más ricos se ha multiplicado casi por 5, acumulando en unas pocas manos del planeta un altísimo porcentaje de valores y recursos. Algunos de ellos no podrían gastar todo su dinero ni viviendo un millón de vidas .... qué harán entonces con unos pocos años que les quedan por vivir?

Y, para mantener contenida a la gran masa frente al escandaloso atropello que resulta la apropiación de fondos y recursos públicos se monta la gran estafa, se genera el estado de alarma social, se induce el miedo en la ciudadanía, se potencia el conservadurismo y el egocentrismo, se alienta la xenofobia y el racismo, la insolidaridad y el individualismo. Es es la gran victoria actual del capital frente a la sociedad civil: hacernos creer que es mejor mantener lo que tenemos que luchar por no perder aún más. Así, matan de raíz cualquier intento de rebelión, de rebeldía, de insumisión. Pretenden mantener acobardada y amordazada a la plebe mientras desmontan piedra a piedra, sistemáticamente, todo el estado de bienestar; mientras desbrozan, rama a rama, el árbol de los derechos sociales que tanto ha costado hacer nacer y crecer y florecer. Pretenden seguir ejerciendo presión hasta que completen su labor. Hasta que no quede ninguna seguridad jurídica y legal, prestación social o servicio público como bien de la sociedad. Y cuanta más presión ejerzan, mayor será el colectivo de personas sin nada, y, por tanto, sin nada que perder. Y ese será el principio del fin para ellos, porque no hay nada más peligroso para el orden establecido que aquellos que no pueden perder nada porque nada tienen, salvo la dignidad y el orgullo. La historia se volverá a repetir y el resultado de tanta presión sobre los más desfavorecidos no puede sino llevar a una sóla conclusión lógica, cuyos primeros pasos estamos ya viendo en las calles: nada volverá a ser igual, porque todo ha sido deformado por este sistema opresor e igualador de damnificados, que explotarán frente a la expoliación y se entablará una cruenta guerra con incierto resultado cuyas consecuencias, en todo caso, serán devastadoras para el mundo que conocemos hoy.
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