En estos momentos tan duros para EU y para el Compromís, como consecuencia de la arrogante actitud de quienes deberían mostrar un poco menos de soberbia, nada de sectarismos y actuar de acuerdo con lo que se supone que son, el objeto de la controversia detonante de la grave crisis que padecemos sigue en un silencio absoluto. Aquél que la semana pasada "recordó" su defensa del Compromís, aquél que encabezó -y sigue- la organización de Valencia en su mayor desastre -hasta la fecha- electoral, aquél que avala con su presencia y su voto la exclusión y laminación desde la mayoría hacia todos los que no nos sometemos a su dictado (cuestión muy diferente a no acatar los acuerdos de los órganos de dirección), parece preferir el incremento de la tensión, la crispación máxima, la profundización en el camino sin retorno, la posible ruptura, antes que anteponer el interés general de la organización y cumplir con los acuerdos políticos, aunque sea a costa de renunciar a una suculenta nómina para los próximos cuatro años.
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Evidentemente, quienes creen que la responsabilidad política de los fracasos electorales se saldan con aplausos y votaciones, quienes actuan con criterior partidistas y personalistas, no son quienes pueden dar, ni interna ni externamente, lecciones de coherencia, democracia, ética y responsabilidad y, menos aún, erigirse en portavoces ante ninguna entidad o ante la propia sociedad de la voz de la izquierda real de este país.
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