Es cierto, al menos hasta donde me llega el conocimiento tanto en EU como en otras fuerzas políticas del ámbito de la izquierda, que tenemos unas ganas locas de quitar a esta gente del PP, de tirarla de una puñetera vez del gobierno de la Generalitat y, si pudiéramos, de las diputaciones y ayuntamientos de todo el País. Debería ser un incentivo más que suficiente para poder aunar en torno a un proyecto político único ese gran bloque de personas, de votantes, que piden lo mismo que deseamos nosotros: descabalgar del gobierno autonómico la corrupción, la intolerancia, la hipocresía, el despilfarro, la incultura y el maltrato a la cultura, la destrucción y el cemento, la insolidaridad; en definitiva, desterrar de una vez el legado de Zaplana que su sucesor Camps ha mantenido y aumentado.
Debería serlo: un reto tan importante como es darle la vuelta a un país tan maltrecho como el nuestro, bien se merece el esfuerzo. Para ello hace falta que dejemos de mirarnos el ombligo y apostar fuerte por el cambio, sabiendo que es posible que éste no se produzca, pero con la esperanza de que ocurra. Pensar en lo que podría ocurrir, en cómo viviríamos, si tuviéramos otro período de 4 años de gobierno mayoritario de esta derecha actual me hace temblar (y no de frío).
Sin embargo, el No al PP no es suficiente. El peaje del cambio pasa por ganar las elecciones -cosa que parece improbable- o apoyar al PSPV. No todo el mundo en EU, ni en otras fuerzas políticas de izquierda, está a favor de ese apoyo a Pla, ni siquiera acordando un programa de legislatura. Ahí está la tesitura: si por omisión, gana el PP nuestra tierra se viene abajo. Si por acción, derrotamos al PP, debería hacerse dándole la mayoría a Pla. La abstención -bien lo sabemos desde hace tiempo - siempre favorece al poder imperante. Cada uno de nosotros tendrá que reflexionar muy mucho lo que tendremos que hacer, qué decir, qué explicar en los próximos meses para poder defender, tanto dentro como fuera de EU, nuestra posición. Y ser coherentes y respetuosos con ella y respetar y hacer respetar la voluntad colectiva y mayoritaria, sea cual sea el resultado final.
Y sobretodo, tendremos que tener a las personas idóneas y dispuestas a dirigir la navegación en la barca que tenemos, manteniendo el rumbo correcto, sin bandazos y sin titubeos.
¿Seremos capaces de todo ello? Espero que sí.
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