Tesis 1ª: Para ser ministro no es necesario ser un especialista
Salvo contadas excepciones, en ministerios muy concretos, los que llegan a ser ministros lo hacen por sus cualidades políticas más que por sus competencias en tal o cual disciplina
¿Qué sabe un notario de educación que no
sepa cualquier mortal? Y, sin embargo, Rajoy fue ministro de educación.
Como Espe Rancia, funcionaria turística.
Tesis 2ª: Para ser ministro no es necesario ser muy listo.
Las habilidades que se piden para llegar
a ser ministro tampoco son nada del otro mundo. Al ministro llegan los
hombres de confianza del jefe. Los altos cargos del partido.
Para ser alto cargo del partido no
conviene tampoco ser muy brillante. No puede ser más listo que el jefe.
Salvo excepciones a los jefes no les gusta que sus subordinados sepan
más que ellos y lo demuestre. Al contrario, uno de mis ex jefes
despreciaba a dos de sus ayudantes a las que consideraba torpes y
perjudiciales en muchas de las tareas que les encargaba pero a la hora
de los congresos, a la hora de la renovación de los cargos, privilegiaba
la fidelidad y volvía a proponerlas. Se mantuvieron, se mantienen, en
la dirección sin temer jamás una idea propia, una idea original.
Tesis 3ª: Para ser ministro es necesario ser un buen burocrata del Partido
Para hacer carrera, un buen político
tiene que tener paciencia, contactos y ambición en las proporciones
justas. Para mantenerse un político mediocre ni siquiera tiene que tener
ambición. Con no significase mucho, con coincidir en dosis razonables
con el jefe es suficiente para aguantar. Ya lo dijo Guerra: "quien se
mueve no sale en la foto".
Un gran ejemplo es el nuevo presidente
de la comunidad autónoma de Madrid ¿alguien le conoce una idea
brillante? ¿Ha llegado allí por su oratoria? ¿por su gestión? La carrera
de este señor se ha hecho de la mano de Espe Rancia, de su mano ha
estado en el Ministerio de Educación y en Madrid. Sus méritos: ser un
auténtico pelota o cancerbero de Espe Rancia.
¿Y qué decir de Ana Botella? ¿cuáles son sus meritos? ¿cuál la carrera, profesional o política, que le ha llevado a la Alcaldia?
Conclusión:
Pero vayamos al meollo de nuestro
asunto: si para ser ministro ni se necesitan habilidades extraordinarias
ni competencias profesionales, los mejores ministros son los que,
sabedores de esto último, se rodean de buenos asesores. Como a uno le
pueden nombrar ministro de casi cualquier cosa, piénsese en Chacon de
ministra de defensa, lo mejor que uno puede hacer, si es listo o lista,
es apoyarse en quién sabe de estas cosas.
Hay una excepción a esta regla de oro
del buen burócrata y es el Ministerio de Educación. Al contrario que en
Medioambiente o Hacienda donde se requieren conocimientos específicos
hay dos cosas que cualquier paleto cree que sabe: cómo debería jugar el
equipo de fútbol de sus amores y como se debería educar en los colegios e
institutos.
El saber primero es un saber inocuo,
apto para desahogarse los domingos. Pero el saber educativo en manos de
un imprudente puede llegar a ser catastrófico.
El imprudente suele pensar, contra toda
evidencia empírica, que la educación fetén era la que él recibió, y
recuerda a aquel cura tan simpatico o a aquel profesor tan vocacional
que tanto le enseñaron, y todos sus empeños se dedican a retrotraernos
40 o 50 años atrás.
De esta manera una medianía política,
situada en el Ministerio de Educación suele resultar un pirómano que,
sin siquiera esperar el tiempo imprescindible para ponerse al día, se
dedica a opinar y legislar sobre lo que desconoce.
De esta suerte de ministros fue Espe
Rancia pero el actual lleva camino de superarla. No podemos olvidar que
fue tertuliano y se cree que tiene una opinión sobre casi cualquier
cosa. Y, para más inri, a su
condición de medianía intelectual, ignorante en temas educativos y
tertuliano impasible, el actual ministro añade el complejo de converso
nuevo.
En el partido popular abundan ex
comunistas que para hacerse perdonar sus pecados de juventud son más
extremistas que Aznar: Piqué, Sánchez Dragó, Tersch, Pió Moa son
ejemplos de conversos que tienen que transformar todos los días la
gaviota en pajarraco para demostrar la firmeza de sus nuevas
convicciones.
Como le ocurre a Wert.
De este modo se cierra el círculo. El
político mediocre, ignorante en temas educativos, tertuliano de pro,
intentando hacer méritos ante sus nuevos amigos se convierte en un tonto
del culo.