Esta mañana he oído, sorprendido por la falta de sopresa que me ha causado, que Rosa Aguilar, la alcaldesa de Córdoba, será probablemente la nueva Consejera de Obras Públicas del nuevo gobierno andaluz de Griñán.
No comparto la alternativa de Rosa de acercarse tanto al PSOE, probablemente como paso previo a su incorporación al mismo, pero respeto profundamente su decisión, si es que finalmente acepta el cargo, que, por otra parte, estoy seguro que desempeñará magníficamente.
Sin embargo, no me pilla de sorpresa que personas políticamente excelentes como ella, se planteen dejar el corral infumable en que estos dirigentes de medio pelo han convertido el pesebre de la supuesta izquierda española, donde la valía personal de cada uno se mide por el grado de afinidad con la cabeza dirigente de turno y el nivel de amiguismo con la corte celestial que la rodea.
Si en Andalucía pasa la mitad de lo que ha pasado en Valencia, entiendo perfectamente que Rosa Aguilar se plantee seriamente buscar nuevos espacios donde poder seguir trabajando. Porque, a pesar de que la vida da muchas vueltas y no sabemos donde estaremos dentro de unos años, a alguna gente que ya ha demostrado su carencia de ética y su incapacidad de representación de los valores de la izquierda, uno no se atreve ya a darles la espalda y, mucho menos, su confianza política.
En Valencia se hace imprescindible consolidara esos espacios donde la política vuelva a ser la protagonista y donde la ciudadanía esté por encima de la miseria de cada partido y de sus dirigentes. En ese camino deberían fijarse quienes pretenden mantener vivo y hacer crecer el espíritu de lo que defendimos en su momento: l'entesa de la izquierda o el compromís como herramienta fundamental que posibilite un cambio social y un cambio de gobierno. Pero si repetimos los mismos errores que han llevado a quemucha gente hayamos abandonado tan desagradable compañía, el resultado será el mismo: terminaremos abandonando el otro barco puesto que conduce al mismo puerto y para ese camino, no hacían falta otras alforjas. Aún queda tiempo para ello, pero hace falta voluntad para caminar.
Sin embargo, no me pilla de sorpresa que personas políticamente excelentes como ella, se planteen dejar el corral infumable en que estos dirigentes de medio pelo han convertido el pesebre de la supuesta izquierda española, donde la valía personal de cada uno se mide por el grado de afinidad con la cabeza dirigente de turno y el nivel de amiguismo con la corte celestial que la rodea.
Si en Andalucía pasa la mitad de lo que ha pasado en Valencia, entiendo perfectamente que Rosa Aguilar se plantee seriamente buscar nuevos espacios donde poder seguir trabajando. Porque, a pesar de que la vida da muchas vueltas y no sabemos donde estaremos dentro de unos años, a alguna gente que ya ha demostrado su carencia de ética y su incapacidad de representación de los valores de la izquierda, uno no se atreve ya a darles la espalda y, mucho menos, su confianza política.
En Valencia se hace imprescindible consolidara esos espacios donde la política vuelva a ser la protagonista y donde la ciudadanía esté por encima de la miseria de cada partido y de sus dirigentes. En ese camino deberían fijarse quienes pretenden mantener vivo y hacer crecer el espíritu de lo que defendimos en su momento: l'entesa de la izquierda o el compromís como herramienta fundamental que posibilite un cambio social y un cambio de gobierno. Pero si repetimos los mismos errores que han llevado a quemucha gente hayamos abandonado tan desagradable compañía, el resultado será el mismo: terminaremos abandonando el otro barco puesto que conduce al mismo puerto y para ese camino, no hacían falta otras alforjas. Aún queda tiempo para ello, pero hace falta voluntad para caminar.
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