La sentencia de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de ayer sobre el Yak 42 ha dejado probado la responsabilidad de los tres condenados -Vicente Carlos Navarro Ruiz, José Ramón Ramírez García y Migel Ángel Sáez García- en la falsa identificación de los cadáveres de 32 de los 62 fallecidos en el accidente.
Estos tres condenados eran comisionados del Ministerio de Defensa en Turquía, por designación última del ministro de Aznar, Federico Trillo. No se si la condena de ayer puede paliar de alguna manera la necesidad de justicia de las familias y amigos de las víctimas, la demanda de tranquilidad que, una vez asumido el accidente, puede dar saber que quien figura bajo la lápida es realmente quien toca.
Lo que sí tengo claro es que la actuación de Trillo, y de quienes lo mantienen, en todo este proceso es totalmente reprobable. La arrogancia chulesca, enmascaradora de una cobardía e infamia pocas veces vista en política, no debería tener cabida ni en un partido que se proclama democrático, ni en las Cortes Generales.
Trillo no sólo no ha asumido su responsabilidad política -y no se si cabe la penal- sino que ha demostrado su bajeza moral dejando caer a quienes actuaban bajo su mandato y se ha reído, una vez más, de las familias y de las propias víctimas. Respetar la sentencia, como dice, aunque no la comparta, implica asumir su responsabilidad como máximo responsable del área de defensa y asumir las consecuencias de las decisiones tomadas en aquél momento que, como ha sentenciado la Audiencia Nacional, fueron constitutivas de delito.
Si este tipo tuviera un mínimo de dignidad hace tiempo que hubiera desaparecido de la vida pública. Si su partido la tuviera, no lo hubieran propuesto como cabeza de lista en las pasadas elecciones generales por Alicante, ni sería su representante en la Comisión de Justicia de las Cortes. Pero, por lo que estamos viendo estos días, la infamia, la cobardía, el apego al cargo como tabla de salvación personal, son los valores de moda en el Partido Popular.
Y eso, por mucho que quieran vestirlo como tal, no lo quita el respaldo en las urnas. La podedumbre moral del PP empieza a hacer demasiado mal olor como para seguir creyendo, como hace Canal 9, que no existe.
Estos tres condenados eran comisionados del Ministerio de Defensa en Turquía, por designación última del ministro de Aznar, Federico Trillo. No se si la condena de ayer puede paliar de alguna manera la necesidad de justicia de las familias y amigos de las víctimas, la demanda de tranquilidad que, una vez asumido el accidente, puede dar saber que quien figura bajo la lápida es realmente quien toca.
Lo que sí tengo claro es que la actuación de Trillo, y de quienes lo mantienen, en todo este proceso es totalmente reprobable. La arrogancia chulesca, enmascaradora de una cobardía e infamia pocas veces vista en política, no debería tener cabida ni en un partido que se proclama democrático, ni en las Cortes Generales.
Trillo no sólo no ha asumido su responsabilidad política -y no se si cabe la penal- sino que ha demostrado su bajeza moral dejando caer a quienes actuaban bajo su mandato y se ha reído, una vez más, de las familias y de las propias víctimas. Respetar la sentencia, como dice, aunque no la comparta, implica asumir su responsabilidad como máximo responsable del área de defensa y asumir las consecuencias de las decisiones tomadas en aquél momento que, como ha sentenciado la Audiencia Nacional, fueron constitutivas de delito.
Si este tipo tuviera un mínimo de dignidad hace tiempo que hubiera desaparecido de la vida pública. Si su partido la tuviera, no lo hubieran propuesto como cabeza de lista en las pasadas elecciones generales por Alicante, ni sería su representante en la Comisión de Justicia de las Cortes. Pero, por lo que estamos viendo estos días, la infamia, la cobardía, el apego al cargo como tabla de salvación personal, son los valores de moda en el Partido Popular.
Y eso, por mucho que quieran vestirlo como tal, no lo quita el respaldo en las urnas. La podedumbre moral del PP empieza a hacer demasiado mal olor como para seguir creyendo, como hace Canal 9, que no existe.
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