Hoy sábado, en Picanya, el oráculo va a hablar. El sinedrín de los elegidos, los tocados por el dedo de Dios (o del diablo) con cargos remunerados dictarán sentencia. Supongo que esperan que el resto de los pobres desdichados, aquellos que, a su parecer, necesitan guías espirituales y políticos que no merecen el derecho a opinar y decidir -práctica habitual ya cuando de temas supuestamente importantes se trata- acaten y obedezcan el dictado de los dioses.
Y mientras unos cuantos pasan el día encerrados entre cuatro paredes, mirándose el ombligo, como siguen haciendo los oráculos y guardianes del saber de otros lados, el mundo sigue girando y la gran mayoría de la gente sigue intentando vivir sus vidas sin importarles lo que piensan, dicen o dictaminan una inmensa minoría de estómagos agradecidos. No hay ninguna diferencia entre ellos y tantos otros que criticábamos y que criticamos. Y por eso tampoco tiene niguna importancia lo que hagan o digan. Esperan, eso sí, que cuando toque trabajar para conseguir resultados electorales que permitan seguir manteniendo sus cargos de privilegios y nóminas públicas defraudadas, las huestes analfabetas tomen su ración de soma ideológico y dejen esfuerzo, tiempo y dinero en el empeño. Para eso son los elegidos por los dedos de los dioses en una sociedad descreída, aconfesional y desectarizada donde las ovejas ya no forman rebaños ni los pastores con sus perros son necesarios porque los paradigmas de pensamiento y acción han cambiado, aunque muchos de los encerrados en el búnker de Picanya no se hayan enterado. Así les va y así nos va.
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