Artículo de opinión publicado en Levante-EMV el 18 de marzo de 2014
En pasadas elecciones autonómicas y generales, los partidos tradicionales han apelado al voto útil de los ciudadanos para atraerlos a su causa. El mensaje de que el voto a partidos más pequeños, sin posibilidades de tener representación o un buen resultado electoral, podría ser un voto perdido ha calado durante años en la mente de muchos electores que, finalmente, optaban por escoger la papeleta de algún caballo ganador.
Sin embargo, ese no es voto útil. Votar por aquello que uno no quiere o por quien no le representa bajo la presión del miedo, del temor a no alcanzar las cotas supuestamente esperadas que determinan el éxito o el fracaso de toda elección, el voto con la nariz tapada o el voto cautivo, presionado, no es un voto útil. Es sumisión y miedo.
Porque el voto es la máxima demostración, el acto sublime de la ciudadanía ejerciendo la democracia que reside en todos y cada uno de sus miembros. El momento, especial y mágico, donde cada persona se enfrenta a la responsabilidad y al deber de elegir y optar; de escoger y renunciar al mismo tiempo y construir, desde la decisión personal, desde la aportación de una papeleta, una opción de futuro social y colectivo. El voto útil es el que te hace sentirte realmente satisfecho cuando lo has depositado en la urna; el que no necesita justificación al día siguiente. El que no tiene que explicarse; el que no deja huella alguna de resquemor ni de dudas. El que no deja lugar a la pregunta “¿y si hubiera…?”.
La utilidad del voto no se mide en las consecuencias posibles que pudiera tener sobre el resultado final, sino sobre la construcción de conciencia personal y colectiva que permita afrontar nuestras vidas de la mejor manera posible como sociedad. Esa es la única presión que acepto como elector; y esa es la única manera que tengo de entender este largo y esperanzador proceso de Primarias en Compromís que pretende, finalmente, transformar la cruda realidad que vivimos cada día en cada barrio, en cada pueblo y ciudad, en cada país de cada continente de este maravilloso planeta. Muchos no compartirán esta visión conmigo y su voto, como el mío, tendrá el mismo valor sobre el resultado final. Pero cuando el día 21 se recuenten los votos tendré la inmensa satisfacción de haber actuado en coherencia con lo que pienso y con lo que digo. No todos podrán hacerlo.
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